Liderar es cualquier cosa
Por Mariano Barusso | 5 de noviembre, 2025
Cada día veo en las redes —y especialmente en LinkedIn— una avalancha de frases que comienzan igual: “Liderar es…”. Escuchar, equivocarse, amar, fracasar, ser uno mismo. Cuidar, soñar, tropezar, respirar, existir. Parece que cualquier acto humano —positivo o negativo, banal o profundo— puede convertirse en una definición de liderazgo. Y cuanto más inabarcable se vuelve el concepto, menos significado conserva.
Lo curioso es que quienes realmente están liderando procesos complejos, equipos en tensión o transformaciones inciertas no están pendientes de escribir sobre lo que es liderar. Están ocupados en hacerlo. Con dudas, con límites, con cansancio, pero haciéndolo. Liderar, en su sentido más genuino, es un acto trascendente, pero no universal. No todos lideran, ni todo momento requiere liderazgo. Y eso no es un problema: puede ser un alivio.
El problema surge cuando necesitamos que todo sea liderazgo. Cuando convertimos la palabra en un recipiente vacío, capaz de contener cualquier cosa con tal de no enfrentarnos al hecho más simple y más humano: que muchas veces seguimos, colaboramos, acompañamos o simplemente vivimos, y eso también está bien.
Si uno se tomara en serio esa avalancha de definiciones, viviría en una contradicción difícil de resolver: entre la expectativa totalizadora que proyectamos sobre el liderazgo y la necesidad más realista de humanidad, vulnerabilidad y autenticidad que también circula en las redes. Queremos líderes que sean invulnerables y, a la vez, profundamente humanos. Ambas cosas, todo el tiempo. Loco, ¿no?
Cuando algún corporativo confunde esa contradicción retórica con el perfil requerido, genera un sufrimiento que pagan quienes hacen sus primeras experiencias de conducción y los líderes intermedios que sostienen el día a día del negocio. Estos profesionales terminan siendo evaluados y autoexigidos según criterios imposibles, nacidos más del ruido social que de la realidad de liderar todos los días un equipo o una organización.
Me pregunto si, cuando escribimos —involuntariamente, supongo— o respondemos acríticamente a estas publicaciones de ciencia ficción de “clase B”, ¿nos mueve un interés genuino por arrojar luz sobre el liderazgo emergente, o el deseo de colgarnos de algún evento para que el algoritmo nos preste atención? ¿O será que nos sentimos tan huérfanos y necesitados de liderazgos verdaderos, que le pedimos con desesperación al “liderar” que abarque todos los aspectos de una realidad que nos angustia?
Cuanto más intentamos abarcarlo todo bajo la idea de “liderar”, más nos alejamos de su verdadera naturaleza. Y así, por querer que liderar sea todo, terminamos logrando que no sea nada.
Porque liderar no es cualquier cosa.