Historias mínimas, de verdadero liderazgo

Por Mariano Barusso | 28 de noviembre, 2014

En mi trabajo como consultor a veces se dan situaciones que me producen íntima emoción. Hoy fui testigo de uno de esos momentos, y deseo compartirlo. Se dio entre dos Señores, que pongo en mayúsculas por considerarlos dos Señores de primera.

Es el segundo día de una sesión de trabajo con los líderes de una compañía minera. Estamos en la última etapa de un proceso de re-fundación organizacional. Esta mañana discutiremos el plan de transformación organizacional elaborado por la conducción para 2015. Los cuarenta líderes presentes deben comprender el plan y producir ideas acerca de cómo será la implementación del mismo en sus propios equipos y áreas.

Javier, es uno de los pilotos de esta compañía. No estuvo presente el día anterior de este encuentro, por incrementarse su trabajo a raíz de un paro en su país. Reporta al Gerente de Flota, quien depositó en él la representación de todos los pilotos en esta reunión. Es decir, está solo para pensar qué relación tiene ese plan organizacional con las funciones de su área y el trabajo de él y sus colegas.

Nos preguntamos entonces ¿Con qué grupo puede trabajar Javier? ¿Cómo lo ayudamos a entender el origen de este ambicioso plan? ¿Cómo lo ayudamos a vincularlo con su trabajo? Marcela, la Gerente de Desarrollo Organizacional lo invita al grupo de Recursos Humanos, y nos parece una buena idea para interiorizar a Javier en los racionales y el diseño del plan. Entonces Mariano, el nuevo Director General de la compañía, se nos acerca y dice:

“-Permítanme que yo le explique el plan de transformación, como hicimos ayer para el resto de los jefes-“.

Mariano, documento instantáneo de lo que juzgo una reacción espontánea, asertiva, de auténtico liderazgo: hacer lo que se tiene que hacer en el momento justo, y por pura convicción. Estos son los instantes que me producen emoción y alegría.

Mariano con su accionar induce a la organización al cambio. Al tiempo que ejerce con determinación lo que él considera su rol en este momento histórico, explicando directamente y en persona el rumbo, las prioridades de crecimiento de la compañía; tiende también con armonía un puente para aquellos colaboradores que se suman de a poco a la nueva etapa de la compañía, con lógicos sentimientos de ansiedad, necesidad de creer y motivación, emociones mezcladas luego de una situación de crisis.

El paso siguiente en esta jornada de trabajo era lograr entre todos un necesario acuerdo sobre los valores esenciales de la compañía. Un desafío que resultó mucho más sencillo de emprender gracias a la escena entre Javier y Mariano: dos caballeros que nos enseñaron el camino.

Al cierre no pude menos que decirle a Mariano frente a todos “¡Chapeau!“. Me saco el sombrero por los líderes que trascienden en la memoria de quienes los acompañan, y agradezco a todo el equipo de conducción por darme esta feliz emoción de hoy en mi trabajo. Como consultor, no puedo pedir más.