El límite cultural más serio: el desarrollo cultural y emocional de quienes conducen
Por Mariano Barusso | 10 de septiembre, 2025
¿Qué hacer cuando el problema cultural se sitúa en las personas con mayor centralidad?
Este artículo forma parte de una serie de aprendizajes personales sobre condiciones esenciales de toda transformación organizacional relativamente efectiva. Un conjunto de ideas que tengo ganas de compartir, tras más de treinta años acompañando estos procesos.
Siempre he sido muy respetuoso con quienes lideran y del liderar, porque en el presente debe ser uno de los trabajos más difíciles en esta Tierra. No me gusta hablar de manera crítica con liviandad. Prefiero hacerlo solo cuando, desde una perspectiva técnica y profesional, la situación lo requiere.
Este artículo es uno de esos casos. En la anterior publicación destaqué la importancia de respetar la falta de alistamiento de un/a líder antes de encarar un cambio. Hoy quiero enfocarme en otra situación relacionada, pero más sombría: cuando el verdadero problema cultural no está en la organización, sino en la cultura personal y grupal de quienes la conducen. Porque muchas veces el Principio de Peter [1] se cumple.
He vivenciado “en carne propia” que muchos de los dilemas que atribuimos a la “cultura organizacional” general de una empresa tienen origen previo y mucho más específico: en la educación, la formación y la mentalidad personal de algunos de líderes con alta centralidad. De allí surge una brecha crítica: la distancia entre la cultura que la empresa necesita y la que sus líderes encarnan. Para cerrarla no alcanzan programas masivos ni soluciones rápidas. Lo que se requiere es un proceso de re-educación personal que solo prospera si se cumplen tres condiciones esenciales:
1. La disposición. No basta con voluntad retórica: se necesita apertura real para cuestionar patrones que alguna vez fueron exitosos y hoy resultan insuficientes.
2. La capacidad. Cada persona en roles de conducción dispone de distintos recursos emocionales, cognitivos y sociales para ensayar un cambio profundo.
3. Los incentivos del entorno. Ningún cambio ocurre en el vacío: además de superiores e imperativos estratégicos, el entorno inmediato —pares y equipos— aporta las señales que sostienen la transformación y evitan recaer en viejos patrones.
Aquí asoma una verdad incómoda: no todos los líderes llegan a sus roles con un bagaje emocional, intelectual o cultural rico y diverso. Muchos acceden a posiciones de conducción con trayectorias marcadas por carencias o esquemas estrechos, y esa pobreza de recursos se refleja en su manera de conducir y en sus efectos sobre la organización. Cuando esto ocurre, el desafío no es solo revisar lo aprendido, sino construir sobre bases que nunca fueron suficientemente sólidas.
Para complejizar un poco más este tema, suele ocurrir más de una vez que, en corporaciones donde prima el desempeño inmediato del negocio, líderes con rasgos insalubres sean promovidos a posiciones, filiales o clusters de mayor responsabilidad e impacto. El rendimiento financiero termina eclipsando sus carencias éticas o socioemocionales, reforzando un modelo que posterga el costo humano y organizacional de esos liderazgos.
Aquí la tercera condición de los incentivos contextuales no está dada: es recomendable ir directamente a uno o dos niveles superiores para despejar si hay conciencia y voluntad de resolver esta problemática. He tenido la oportunidad de descubrir esa condición favorable en algunos casos, y cuando aparece brinda esperanza para intentar ese despeje.
Por eso, en intervenciones de transformación cultural, conviene reconocer que a veces la principal limitante no son las prácticas colectivas sino los rasgos de origen de quienes conducen. En esos casos, el punto de partida no es convencer al/la CEO con mensajes tranquilizadores ni “vender” el proyecto internamente. Se trata de abrir una conversación franca sobre la necesidad de trabajar primero en él/ella y/o en un grupo específico de líderes (sobre todo, cuando están por decisión de ese/a número uno).
Por parte del consultor externo o interno, debe complementarse con un sinceramiento respecto de las competencias para afrontar la situación y, en caso de evaluar que no se cuenta con ellas, declararlo tempranamente y derivar.
Ese trabajo suele requerir meses de acompañamiento focalizado a la persona antes de desplegar acciones más amplias en la organización. Y debe complementarse con el involucramiento de niveles superiores, un referente de confianza del Área de Personas y el entorno inmediato, en una estrategia que combine ayuda, desafío y mandato, de modo que el/la ejecutivo/a reciba señales claras y consistentes sobre el camino de evolución que debe ensayar.
En síntesis: toda transformación organizacional requiere preguntarse con honestidad si la dificultad radica realmente en la cultura de la empresa o, más profundamente, en la cultura que portan sus líderes. De esa respuesta, junto con la confianza depende, en gran medida, la posibilidad real de que la organización evolucione.
Y para cerrar con una sonrisa: recordemos también el Principio de Dilbert: “Las personas más ineficaces son promovidas a puestos de gestión, para que causen el menor daño posible al trabajo real”.
Un recordatorio irónico de que, si no atendemos la cultura de quienes lideran, la caricatura puede volverse realidad. Y la caricatura, no lo olvidemos, muchas veces es apenas una forma de tramitar un drama… o peor aún, una tragedia.
[1] En términos simples, el principio afirma que: “En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta alcanzar su nivel de incompetencia.”
Asertys,2025 / © 2509103032850
Referencias seleccionadas:
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- Adams, S. (1996). The Dilbert Principle. New York: HarperBusiness.
- Ahmed, A. K. (2024). The effect of toxic leadership on workplace deviance. Frontiers in Psychology, 15, 1367623.
- Barusso, M. (2023). Cuídate de la rata que vende queso. Asertys, julio 2023.
- Barusso, M. (2023). El mejor trabajo del mundo. MarianoBarusso.com
- Barusso, M. (2025). Transformar es simple… cuando los líderes dicen que sí. MarianoBarusso.com, agosto 2025.
- Barusso, M. Coaching ejecutivo (2015): las seis distorsiones habituales que lo ponen en peligro. iProfesional, enero 2015.
- Dextras-Gauthier, J., Marchand, A., & Haines, V. (2023). Organizational culture and leadership behaviors: Impact on managers’ psychological health. Frontiers in Psychology, 14:1237775.
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- Peter, L. J., & Hull, R. (1969). The Peter Principle. New York: William Morrow and Company.
- Schein, E. H. (2010). Organizational Culture and Leadership (4th ed.). San Francisco: Jossey-Bass.
- Warrick, D. D. (2017). What leaders need to know about organizational culture. Business Horizons, 60(3), 395–404.