La riqueza se crea en la interdependencia

Por Flavia Jaime | 31 de mayo, 2023

Del Ego al Eco: la complejidad y la volatilidad del mundo actual nos obliga a transitar la evolución de una consciencia individual a una consciencia colectiva e interconectada que nos permita adaptarnos y responder efectivamente a las demandas del entorno, entendiendo que integramos un sistema mayor, en el que nos impactamos mutuamente.

Desde hace muchos años escuchamos hablar de la importancia de la cooperación y la colaboración en las organizaciones, por lo tanto, de la relevancia de la interdependencia en el reconocimiento de que la creación de valor ocurre cuando lo hacemos integrando al otro. Sin embargo, en el contexto actual caracterizado por la complejidad, la volatilidad y la ambigüedad con la que las situaciones se manifiestan, la interdependencia deja de ser solo algo deseable y pasa a ser un imperativo si queremos tener empresas sostenibles.

La tecnología que acelera la velocidad de la comunicación y la colaboración, el cambio de valores hacia la preocupación colectiva por el impacto social y medioambiental al que el cambio climático nos está exponiendo, la globalización que nos lleva cada vez más a interactuar con personas de distintas culturas, en un mundo en el que la diversidad es cada vez más apreciada y celebrada, son algunos de los factores que nos llevan a repensarnos como personas, equipos y organizaciones interdependientes.

La interdependencia deja de ser solo algo deseable y pasa a ser un imperativo si queremos tener empresas sostenibles.

Cada vez somos más conscientes de que la cooperación genuina, y la construcción de valor con y para otros puede producir resultados extraordinarios y llevarnos a lugares inimaginados. En el mundo de la música, por ejemplo, donde la colaboración ha sido un elemento esencial en la creación de bandas y grupos esta tendencia colaborativa entre artistas de diferentes géneros y estilos, artistas que aparecen en el escenario de otro sin anuncio previo, sorprendiendo (y hasta a veces enloqueciendo) al público, ha llevado en los últimos tiempos a fusiones musicales y artísticas únicas y emocionantes.

Si volvemos al mundo de las empresas –y no porque las bandas no lo sean–, el tema parece ser un poco más complejo, tal vez porque la mayoría de estas fueron creadas y se desarrollaron bajo la concepción de “organización como máquina”, donde cada parte cumple una función predeterminada, para un mundo estable y predecible. Sin embargo, el mundo ya no es ni predecible ni estable, con lo cual las empresas necesitan cambiar esa concepción para sobrevivir, desarrollarse y crecer.

Pasar de la concepción de la “empresa máquina” a la empresa entendida como “organismo vivo”, en la que sus elementos constitutivos se adaptan de manera integrada y en sintonía para responder a las demandas del entorno, es el gran desafío al que se enfrentan hoy nuestras organizaciones.

Lo que vemos habitualmente con nuestros clientes cuando los acompañamos a construir este camino hacia la interdependencia, es que lo que los trajo hasta acá, difícilmente sea lo que los lleve a un éxito futuro. La mayoría de ellos han crecido, y siguen creciendo a pasos agigantados, son expertos desarrolladores de arquitecturas financieras, tecnológicas y operativas, pero no necesariamente competentes en lo relativo a los sistemas humanos, representando esto muchas veces su talón de Aquiles.

Sin la modelación de un sistema humano que ponga en el centro el valor de la cooperación, es muy difícil que las organizaciones puedan dar el salto que el crecimiento demanda, saltos que, en muchos casos, requieren ser más exponenciales que lineales.

La creación de culturas colaborativas, que pueden ir desde el mundo de la música hasta el mundo de las organizaciones de negocios, nos invita a reflexionar acerca de la necesidad de la consciencia del valor de la interdependencia. Otto Scharmer y Katrin Kaufer, en su libro “Teoría U: Liderando desde el futuro a medida que emerge” (2013), describen esta transición como una actualización del Ego al Eco, un viaje a través del cual vamos recuperando nuestra interconexión intrínseca con los demás, con la sociedad, con el planeta y con el mundo, obligándonos a migrar de un estado de aislamiento y separación, hacia otro de interconexión e interdependencia. Para esto, primero tenemos que tomar consciencia de que no estamos aislados, sino que somos parte de un sistema mayor dentro del cual estamos conectados con otras partes que también lo integran, a las que afectamos y nos afectan. De la apertura y la calidad de nuestra consciencia de interconexión va a depender la calidad de nuestras interacciones, y por lo tanto la calidad de los resultados colectivos que podamos lograr.

¿Desde dónde actuamos cuando actuamos? ¿A qué cosas le estamos prestando atención? Cuando establecemos prioridades y metas ¿lo estamos haciendo desde nuestra propia autosatisfacción o desde la inclusión del otro y considerando en el bien común? La perspectiva del Ego nos hace centrarnos en nosotros mismos, en nuestro propio beneficio o éxito en tanto que la del Eco incorpora las necesidades del otro, nos percibimos incluidos en una red de relaciones complementarias sostenida por un propósito en común (sea explícito o no). Los límites entre nosotros y los otros dejan de ser zonas de separación y se vuelven zonas de conexión, líneas grises y permeables, puentes por donde transitan energías, información, servicios, experiencias, reciprocidades. La consciencia de ser interdependientes nos estimula a ponernos en el lugar del otro y a su servicio «con la cabeza, el corazón y las manos», como dice Scharmer, entendiendo que su bienestar y su evolución contribuyen al nuestro y al del todo.

De la apertura y la calidad de nuestra consciencia de interconexión va a depender la calidad de nuestras interacciones, y por lo tanto la calidad de los resultados colectivos que podamos lograr.

Un gran ejemplo lo está siendo el nivel de la consciencia global que está generando el cambio climático, que nos está poniendo en jaque como humanidad, y este aumento de la conciencia de que ser sustentables es un tema de todos y no de alguien en particular, es un aspecto dramático de la necesidad de hacer colectivamente, por un objetivo común, por el bien común, más allá de “mi metro cuadrado”.

Este salto del Ego al Eco parte en primera instancia de la toma de consciencia individual, porque el proceso de apropiarse de los beneficios de la cooperación va de adentro hacia afuera, en un proceso de toma de conciencia del valor de la interconexión.

La consciencia de ser interdependientes nos estimula a ponernos en el lugar del otro y a su servicio «con la cabeza, el corazón y las manos».

¿Vas a seguir pensando que la colaboración y la cooperación son fenómenos deseables o vas a diseñar estrategias, estructurar procesos, prácticas, tecnologías y desarrollar personas para que esto ocurra de un modo planificado y sistemático? Entenderlo y gestionarlo como un imperativo nos llevará sin dudas a tener empresas más sostenibles y exitosas.

Flavia Jaime | Es Consultora Asociada de Asertys, Consultoría en efectividad y transformación organizacional y lider de la práctica de Cliente centrismo.

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