Trabajemos para ser humanos sabios, no solo inteligentes

Por Mariano Barusso | 1 de mayo, 2024

Nos hemos nombrado con un apellido que nos queda grande, a menos que nos hagamos cargo de esa aspiración.


El peligro es que, si invertimos demasiado en desarrollar la IA y demasiado poco en desarrollar la conciencia humana, la inteligencia artificial muy sofisticada de los ordenadores solo servirá para fortalecer la estupidez natural de los humanos.

– Yuval Noah Harari, 21 lecciones para el siglo XXI

En este nuevo Día Internacional de los Trabajadores me conecté con los dos riesgos existenciales que más me preocupan, y que creo que nos demandan la mayor labor colectiva que hayamos emprendido en nuestra historia como especie: el monumental trabajo de regenerarnos como comunidad global cohabitante de la Tierra, como única y amplia vía para nuestra subsistencia.

Comparto aquí mis inquietudes, desde la mirada sesgada que puedo tener hoy sobre estos dos riesgos, sin pretensiones de respuestas firmes o soluciones concluyentes a un tema tan complejo como preocupante. Son temas que trato de mantener visibles desde hace varios años, ya sea en mis publicaciones como en eventos públicos que hemos organizado desde Asertys, como fueron los foros sobre “Inteligencia artificial y Humanismo” con Santiago Kovadloff y Cecilia Giordano o “Entre el vértigo y la lentitud” junto a Karl Honoré.

Aquí solo atino a invitarnos a una acción más consciente y cuidadosa de nuestro Hogar, y de nuestra cultura como comunidad planetaria que interdepende en cualquiera de los futuros que emerjan de nuestra acción colectiva. Una acción que debe ser regenerativa para ser fructífera.

En primer lugar, nos hemos separado como especie de nuestro nicho ecológico, de la biosfera que nos parió, que nos cobija y sostiene nuestro vivir. Degeneramos en un Homo Negator, que insiste en olvidar que es un simio, optando por tratar como un recurso inagotable de consumo al ambiente finito del que nuestro metabolismo depende para seguir latiendo… y del que nuestra mente necesita para sentir bienestar.

Este es un riesgo existencial declarado, cuyos efectos negativos estamos experimentando y con una ventana de tiempo cada vez más corta para evitar los resultados más catastróficos. En el 2023 el Día de Sobrecapacidad de la Tierra se dio el 2 de agosto a nivel mundial, y en países como Qatar y Luxemburgo en la primera quincena de febrero.

En segundo lugar, estamos jugando masivamente a entregar nuestra capacidad de producción cultural a la inteligencia artificial, con una fascinación acrítica que me resulta escalofriante. Las necesarias discusiones sobre sus efectos en el campo del empleo, la ética e inclusive la geopolítica evitan la problemática más inquietante: la de nuestro lugar como productores de cultura.

En nuestra relación con la IA somos un Homo Stulte avergonzado de su incompletud y longevidad 1, que procura crear una versión superadora de sí mismo, aunque su existencia vaya en eso; aunque nos diluyamos en una poshumanidad en la que el silicio y los bits equiparen y superen artificiosamente las capacidades más distintivas de la imperfecta analogía de nuestra especie.

Porque nuestra primera extinción podría darse a partir de nuestra cesión cultural y no necesariamente en nuestra desaparición o transmutación corporal (esta última ocurrirá antes de lo que pensamos).

Somos presas de trampas multipolares que se nutren tanto de un mundo completamente descentralizado y de sociedades crecientemente disgregadas, como de un patrón de producción, consumo y acumulación de capital decadente. La “infraestructura” marxista que determina nuestros patrones y equilibrios socioculturales, aunque sean entrópicos.

¿Qué es un ser biológico cultural que se esfuerza colectivamente en negar esa condición de su existir y bienestar? Una comunidad fanática y suicida, embarcada en un proyecto lleno de vacío, en una búsqueda conducida por el extravío.

¿Qué es un ser biológico cultural que se esfuerza colectivamente en negar esa condición de su existir y bienestar?

Quiero ser claro, seguimos degenerando. Nuestra creatividad tributa a un patrón que sabemos decadente cuando nos detenemos a observarlo. No nos engañemos, no estamos regenerando nada, ni recreándonos en el justo lugar como habitantes de nuestro Hogar-Planeta-Tierra. Los movimientos emergentes que genuinamente lo buscan aún no tienen el poder, el alcance y ni el tiempo requeridos frente a la exponencialidad de estos dos riesgos que traigo. Y el tiempo hoy tiene el ritmo y el alcance de lo exponencial.

Estamos en la encrucijada entre un drama y una tragedia. Las dos son historias posibles, en una era donde nos gusta vendernos historias. De nuestra acción colectiva dependerá la novela sustancial en la que nos encaucemos masivamente.

El primer error que debemos subsanar está en el lenguaje, porque hemos confundido nuestras capacidades simbólica y recursiva con superioridad, y a nuestra inteligencia racional con sabiduría. Nos tomamos la atribución de nombrarnos Homo Sapiens Sapiens (sí, por partida doble), que significa Hombre Sabio Sabio… ¿estamos en condiciones de portar ese doble apellido? Si no, llamémonos Homo Intelligens, y punto.

Desde el punto de vista de nuestra relación con la biosfera, considero que el quiebre evolutivo que debemos proponernos nos requiere, por un lado, reconectarnos con el sustrato biológico de nuestra condición biológico-cultural existencial, por la que requerimos de un ambiente sano para sobrevivir saludablemente. Por otro lado, mantenernos conscientes de que como Sapiens hemos habitado este planeta menos de un 1% del tiempo que lo habitan los mamíferos. Si, debemos reconocer y honrar a las criaturas que nos preceden, para poder comprender más equilibradamente quiénes somos, y respetar a los congéneres que nos sucederán.

Sin dudas es necesario complementar esto con cambios radicales en los incentivos y consecuencias a nivel meso y macro social, pero, más allá de que esto excedería el propósito de este escrito, creo firmemente que lo primero a incentivar es un cambio serio de paradigma respecto de nuestro ser y estar en este frágil ecosistema.

Con relación a la preservación de nuestra identidad y capacidad generativa de cultura, considero fundamental que abandonemos el pobre lugar de prosumidores al que el consumo digitalizado nos empuja, para cultivar las funciones más altas y características del ser humano. Se habla mucho sobre la reconversión a través del reskilling y upskilling, pero siempre con una orientación productivista.

Me inclino más a que trabajemos antes nuestras sobre la preservación y expansión de nuestras funciones sociales y cognitivas más fundamentales, como sostener en encuentro con nuestro congéneres sin celulares, decidir que camino tomar evitando preguntarle al algoritmo, mantener las buenas lecturas, el diálogo reflexivo en pequeños grupos, la articulación inteligente de esfuerzos entre pequeños grupos, la vivencia y contemplación de la naturaleza, el tiempo para el ocio creativo y el pensamiento crítico basado en la duda, en las preguntas sobre nuestra existencia. Son solo algunos hábitos que me parecen fundamentales. Seguramente tu tendrás otro diferentes en consideración.

Lo creo y lo digo en serio. Honremos la red social originaria: la de la conversación, la mirada sostenida y el cálido contacto físico con aquellos otros en los que somos. ¿Para qué queremos perder eso? ¿tanto nos incomoda hoy el contacto con el otro y el ejercicio de nuestra libertad?

Honremos la red social originaria: la de la conversación, la mirada sostenida y el cálido contacto físico con aquellos otros en los que somos.

Afrontamos las mismas preguntas de la Antigua Grecia, solo que no sabemos si queremos estar a la altura que la búsqueda de respuestas que este presente incierto nos demanda.

Creo que el trabajo, el proyecto más importante que tenemos a esta altura del siglo es el de la regeneración de nuestra concepción sobre nuestro justo lugar y propósito como especie. Una labor de regeneración cultural insoslayable, para que nuestra vida en este Hogar que el universo nos prestó por un tiempo conlleve bienestar y para nuestra convivencia como comunidad de sentido compartido alcance una mayor sincronicidad.

Está en cada uno de nosotros aspirar y trabajar para ayudarnos a trascender en un verdadero Homo Sapiens o como un mero Robocop. Quienes me conocen ya lo saben, opto morir intentando regenerarme la primera opción.

¡Feliz mes del trabajador! Esto tan solo continua.

1 Esta es una de las cosmovisiones que portavocea, por ejemplo, Ray Kurzweil en su libro “La singularidad está cerca”. ↩︎

Mariano Barusso | Es Director General de Asertys, Consultoría en efectividad y transformación organizacional.

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